Decenas de pequeños ríos surcaban el Cerro de los Colibríes, y espejitos de agua del Cerro de las Tripas de Jaguar bañaban las praderas.
La Ciénega, Parte I
Al principio, el lago más alto de esas montañas era un espejo líquido que reflejaba el cielo. Sus aguas eran nutridas por los arroyos que descendían cantando desde el Cerro de los Árboles Barbudos. Venas de agua corrían apresuradas, saltando sobre las ramas. Decenas de pequeños ríos surcaban el Cerro de los Colibríes, y espejitos de agua del Cerro de las Tripas de Jaguar bañaban las praderas. Hilos de plata colmaban de alegría y riachuelos las montañas del Viento, que bajaban argüenderos.