Las mujeres escribimos porque la historia nunca alcanzará para nombrarnos. Somos tantas que nos hemos escondido en los anónimos, iniciales o seudónimos, parece que hay una comodidad tácita en este olvido autoritario.
La poeta colimense, Cristina Arreola Márquez, nos devuelve la dignidad que ha sido arrebatada por los diarios que cuantifican la violencia en notas rojas, las más vendidas en el morbo de una sociedad diluida en “sino es en mi casa no me pesa, no me pasa”, pero muchas veces en la casa pasa todo y parece que no apesta.
En Me llaman loca, de la editorial Capítulo Siete, Arreola Márquez nos muestra un espejo de la realidad que nos atraviesa, extremadamente limpio, tanto, que duelen los ojos, los pies, las manos, evocando el epígrafe de Dolores Castro, poeta hidrocálida que estuvo vinculada con Chiapas a través de su estrecho vínculo con Rosario Castellanos, por eso no me sorprende que la primera presentación de este portentoso libro sea aquí, en Chiapas, porque el destino suele jugar a esconderse en el azar.
En este libro, donde la poesía y la narrativa se entrelazan, Cristina escribe y describe desde la poética del dolor, que a la vez es testimonio. Es irremediable al leerlo que las imágenes de horror e incertidumbre broten, ante lo que parece inevitable en las mujeres: el destino de calamidades que desde tiempos bíblicos nos sentenciaron.
Y aunque duela, era necesario, porque el dolor nuestro o de otras, otros, no desaparece si se desvía la mirada. Necesitamos elevar la consciencia social y personal para despojarnos del silencio, alzar la voz, abrazar el miedo y soltarlo para que nos lleve a otras sendas, confiar que el panorama desolador puede descolonizarse, que el camuflado patriarcado muestre sus vísceras para que deje de arrancar las nuestras.
Coincido con Rita Sagato cuando dice que el patriarcado es histórico porque necesita del relato mítico, de la narrativa, para justificarse y legitimarse. Y cómo anteponerse ante miles de libros que se han escrito, tanto por hombres como por mujeres, que desaparecen a estas últimas al no reconocerlas como parte fundamental de la misma historia. Y si eso no bastara, también había que desaparecernos físicamente, borrarnos, mutilarnos, lastimarnos tan dolosa y dolorosamente que el último aliento debía de ser para guardar silencio.
Agradezco a Cristina su valentía, su arrojo al escribir Me llaman loca. Yo no creo que alguien que termine de leerlo siga indiferente. Algo se mueve dentro. Muchas preguntas surgen para con urgencia preguntarle ¿Cuál ha sido tu transitar para excavar en las profundidades de la condición humana y darnos la oportunidad de respirar a través de una mirada poética, aun cuando centenares de moscas cincundan? Estoy segura que en tu respuesta encontraremos fuerza para navegar los mares más tormentosos.
*Texto leído durante la presentación de Me llaman loca, de Cristina Arreola Márquez, en la Galería Rodolfo Disner, ubicada en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.